14 dic 2008

LA VIDA EN LA COMPAÑÍA




A la llegada a la compañía hice nuevos amigos, unos por compartir muchas horas con ellos, como eran los componentes de la escuadra de gastadores y otros por ser de carácter parecido al mío y de los cuales guardo muy buenos recuerdos sobre todo del madriles, (Antonio Martínez) y el valenciano de la 8ª compañía (creo que se apellidaba Martí), y a los cuales me gustaría volver a ver algún día.



Sin embargo, a mi mejor amigo, Diego, lo conocí varias semanas después. Él, por ser persona que tenía estudios universitarios estaba destinado en la Plana Mayor del Tercio, en el Serrallo. Siendo mas joven había tenido problemas con la Guardia Civil al ser detenido y fichado en una manifestación mientras hacía fotografías para un periódico de su localidad. Cuando llegaron los datos policiales, le privaron de su destino como fotógrafo y lo mandaron a mi compañía.




Los primeros meses no fueron fáciles sobre todo cuando me arrestaron por no entregar la munición, ese tiempo hizo que estuviera mas tiempo con algunos cabos y suboficiales de la compañía y que estos me conocieran mejor. Como suele pasar, los mandos militares, como los de la vida civil, se aprovechaban de las personas a su mando, y al ser electrónico enseguida empezaron a decirme que fuera a sus casas que tenían aparatos o instalaciones estropeadas.




Poco a poco me ofrecieron tareas de pequeña responsabilidad en la compañía hasta que por fin conseguí llevar el estadillo de todos los materiales, utensilios y personal, lo que me ofreció la posibilidad de tener un pequeño destino y librarme de las clases teóricas de la tarde. Llegó incluso el momento que el Capitán de la compañía me mandaba hacer algunos deberes que le mandaban en el curso de Comandante. Aunque el destino era bueno cuando me licencié, busqué alguna persona que fuera capaz de sustituirme y allí me di cuenta del analfabetismo general pues fue imposible encontrar a una persona capaz y que no tuviera un destino mejor.
No es de extrañar que perdiera un montón de kilos durante el tiempo que estuve allí, entre la instrucción y la comida tan mala. Llegaba a ser horrorosa en función del oficial que entraba de cocina, algunos se cambiaban el coche bastante a menudo. Mi dieta era un bocadillo a media mañana y otro a media tarde y con eso pasaba todo el día. Los fines de semana que iba a Ceuta los recuerdo sobre todo por ir a comer a un restaurante donde pedía unos platos combinados de lomo, patatas fritas y huevos y me ponía hasta las cejas.
La zona de literas y taquillas de la compañía era rectangular, las literas estaban en la zona central y las taquillas en las paredes, conforme se iban licenciando ibas ocupando las literas mas altas (eran de tres pisos) y las taquillas de otros compañeros que avanzaban a ocupar las que quedaban vacías. Esto era imprescindible para que el cabo furriel supiera quienes eran los abuelos de la compañía, pues a la hora de formar entraba por la derecha dando palos a todo el mundo para desalojar. Conforme llegaba a la zona de la izquierda de los mas veteranos dejaba de dar palos y te pedía que fueras saliendo, menos mal que tenía un detalle.
Todos los fines de semana los arrestados movían todas las literas y sacaban las taquillas y a parte de tapar los agujeros que habían hecho las ratas, con cemento y cristales, se quitaban kilos de porquería, la verdad es que había muchos guarros en la compañía. Incluso ladrones pues a mí me abrieron la taquilla dos veces para quitarme dinero una vez y comida y fotos la otra.
Al no poder salir a la calle de paisano, solamente vestido de militar, era impensable poder entrar en una discoteca o entablar conversación con una chica, por eso el circulo de amistades estaba limitado a los compañeros de la compañía y poco mas. Con el tiempo empecé a tomar confianza con algunos mandos, incluso un buen sargento me propuso meterme en el curso de suboficiales y que me quedara en el Tercio, pero la vida civil para mí era mucho mas importante. También hay que considerar que no me encontraba demasiado realizado con la vida militar.
Entre los cabos había bastantes extranjeros, Mozambique, Portugal, Alemania, Nigeria, Italia. Precisamente uno de ellos era el cabo italiano Máximo Testa, persona huraña, desconfiada y grifota, tristemente celebre hace algunos meses por conocerse que había cometido un asesinato en su país y haber huido de la justicia en los años setenta.
Contaban que con 17 años el cabo ........, en su Galicia natal, había matado a una persona por accidente. Su familia, influyente en la zona, y para evitar a la justicia le habían obligado a ingresar en la Legión. Parecía encontrarse permanentemente en un estado de trance, entre amargado e ido. Era una persona que no respetaba a sus subordinados y no le importaba pegar para dar a entender que, pese a su edad, era él el que mandaba.
Junto a lo malo, también se daban otros casos como el del cabo primero Jhon, nigeriano de nacimiento, sin demasiados dotes para ser mando de la legión, pero una persona responsable, buena y dispuesta a vivir su nueva vida en el ejercito, como instrumento de integración en su nuevo país de adopción.
Se dieron varios casos de suicidios en el periodo que yo estuve allí, pero hubo dos que me impactaron mas por ser personas conocidas. Uno fue en la VI Bandera, compañero que estuvo conmigo en la unidad de instrucción y que se suicidó al mes de volver de un permiso, según sus compañeros por haber dejado embarazada a la novia de su hermano. El otro fue también muy trágico, éste era un cabo de mi compañía, voluntario de tres años, le quedaba un mes para licenciarse. Estaba de guardia en unos locales militares desocupados cercanos a nuestro cuartel, celebraba una de sus últimas guardias entre alcohol y droga. Dio la casualidad que se presentó el Jefe Militar de Ceuta para hacer una inspección rutinaria, encontrándolos a todos durmiendo la mona. Los despertó y como máximo responsable, amenazó al cabo con un juicio militar, vaticinándole que iría mucho tiempo a la cárcel. El cabo obcecado por el alcohol, las drogas y la reprimenda del superior, cogió su subfusil y antes de ser relevado de la guardia se vació el cargador en la cabeza, muriendo en el acto.
Contaban que poco antes de llegar a la bandera, una persona se mató en la pista americana y cosa impensable para un civil la pista fue arrestada, por lo cual no la pasé ni una sola vez. También es verdad que estaba en muy mal estado y podía haber habido accidentes graves.
Casi todos los días veía pasar por las puertas de la bandera a los regulares haciendo marchas de varias horas, sin embargo, en todo el tiempo que estuve allí solo hicimos dos marchas y cosa mas impensable todavía en un cuerpo supuestamente de élite, fue comprobar que en todos los meses que estuve allí solamente fuimos al tiro dos veces. Por eso comentaba anteriormente que el tiempo que yo estuve en la Legión fue una época de transición y que verdaderamente los que dan carisma a la Legión son los voluntarios y no los de la quinta como fue mi caso.
Mi mejor amigo se trajo el coche y pese a estar prohibido llevarte tu coche particular a Ceuta, consiguió un permiso especial para el suyo, esto nos permitía tener un poco mas de independencia que los demás y llegar a sitios donde generalmente no había militares. Encontramos un pub cerca de la frontera por su zona norte, donde nos podíamos codear con los civiles, aun yendo vestidos de militar, y tomar unos cubatas como lo hubiéramos hecho en la vida civil, escuchar música, recordar la vida que habíamos dejado en la península y hacer proyectos de futuro. Parece mentira pero esos días a la vez que te levantaban el ánimo por hacer cosas inusuales, te embargaba la nostalgia hasta límites insospechados. Como cosa super-especial y avalados por un sargento amigo nuestro, conseguimos que una noche nos dieran permiso para salir vestidos de paisano junto con el cabo Jhon e ir a una discoteca, donde teníamos siempre el paso prohibido por ir vestidos de militar. Hay que darse cuenta como se valoran algunas cosas, simplemente porque no las puedes hacer.





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