28 dic 2008

MANIOBRAS POR LA PENÍNSULA






En dos ocasiones fuimos de maniobras por la península, una a Zaragoza y otra a Córdoba.
Para ir a Zaragoza nos formaron en el patio de la bandera con todos los coches y material necesarios para las maniobras. Pasó la Guardia Civil con perros policía registrándolo todo, incluso los vehículos. Sin permitirnos romper la formación subimos a los vehículos y nos llevaron al puerto. Allí nos volvieron a hacer formar y nos volvieron a registrar. No salía de mi asombro cuando después comprobé que la gente tenía bolas de hachís para su consumo como pelotas de tenis y algunos también para trapichear en la península. Como habían conseguido despistar a los civiles y a los perros era un misterio para mí, pero mejor no preguntar.
La escuadra de gastadores encuadrada en el pelotón de observación, se dividió en dos grupos. Mi pelotón estaba al mando de un Cabo 1º, portugués de nacimiento, un artista jugando a las damas, pues aún creyéndome que yo era bueno nunca le gané. Escogimos ir en el último vagón, al aire libre, con nuestro vehículo, pues el material que llevábamos no se podía dejar solo. Nos montamos nuestro garito para protegernos del sol y nos acomodamos para pasar lo mejor posible las casi treinta horas que decían que íbamos a tardar. No me extraña, pues junto a la velocidad que nos desplazábamos, había que sumar que en cada estación teníamos que parar para que pasaran todos los trenes habidos y por haber.
Cada vez que llegábamos a una estación si la estancia era excesiva muchos se bajaban del tren y robaban fruta, hortalizas e incluso hubo quien robó gallinas y patos, y es que algunos estaban sin civilizar.
Cerca de la provincia de Zaragoza, llevábamos un rato parados en una estación, cuando se acercó un joven, que nos preguntó si llevábamos “costo” para vender. El Cabo 1º le dio una calada de un porro que estaba fumando en ese momento y le enseño la bola que llevaba para su consumo y el chaval alucinaba con la calidad del producto. Le enseñó una pastilla envuelta en papel de plata de unos 50 gr. y le dijo que le costaría 1000 pts. El joven se fue rápidamente en busca del dinero, pues era una oportunidad única. Al cabo de pocos minutos volvió y a cambio del dinero, el Cabo 1º le dio la pastilla. El joven bastante nervioso escondió la pastilla entre sus ropas y se fue al andén que estaba a escasos 50 m. allí la abrió y su sorpresa fue mayúscula cuando comprobó que no era hachís, sino una tableta de chocolate que nos daban como comida de supervivencia. Cabreado la tiró al suelo y vino hacia nosotros para exigirnos la devolución del dinero, pero el Cabo 1º le sacó la pistola y le dijo que si no se iba le pegaba dos tiros y el chaval salió corriendo con el rabo entre las piernas.
Al llegar a Zaragoza nos instalamos en el campo de maniobras en pleno desierto de los Monegros. A media tarde nos dieron fiesta, pero nos prohibieron que fuésemos a ningún pueblo y menos a la Ciudad. La gente sin hacer caso y en traje de faena se pusieron en marcha hacia donde se suponía que debía estar Zaragoza. Después de andar unas dos horas, campo a través, nuestro grupo de unos 50, llegó al Ebro, no teníamos ningún puente a la vista y empezaba a anochecer, como no sabíamos hacia donde estaba el puente mas cercano, unos fueron hacia la derecha y el resto nos fuimos hacia la izquierda. Al cabo de una hora llegamos a un puente muy estrecho con una puerta metálica cerrada con un candado, al otro lado del puente había una pequeña construcción, no lo pensamos y reventamos el candado y cuando estabamos pasando el puente nos dieron el alto, un policía militar nos apuntaba con el subfusil. Después de explicarle a él y al Cabo lo que nos había pasado nos comentaron que si hubiéramos ido en la otra dirección no habríamos encontrado ningún puente para pasar el río en muchos kilómetros. Por fin y a cambio de unos “canutos” nos dejaron pasar y nos explicaron como llegar a la carretera que iba a Zaragoza. Al llegar a la carretera encontramos un restaurante donde había mas de cien legionarios, muchos de ellos se fueron sin pagar las consumiciones. Se pidieron taxis que nos llevaron a la ciudad de Zaragoza. Allí quisimos entrar en una discoteca, pero no nos dejaban, armamos un escándalo y le amenazamos a los gorilas de la puerta que si no nos dejaban entrar llamaríamos a muchos mas compañeros y le quemaríamos el local, no tuvieron otro remedio que dejarnos pasar. Ya de madrugada sabiendo que teníamos que estar a las 7 de la mañana en el campamento, cogimos unos taxis, cuando llegamos había mas de 20 taxis esperando a que algunos legionarios que habían traído hasta el campamento les pagasen el viaje, cosa que no pasaría. A raíz de estos problemas y otros mas graves, causados por algunos legionarios, se nos prohibió volver a Zaragoza, con amenazas de prisión para el que fuera.
A la vuelta y pasando cerca de Madrid, dos compañeros de la escuadra saltaron del tren para poder ir a ver a su familia en la Capital y después entregarse para no ser dados por desertores. Pero tan mala fue la suerte que tuvieron que al llegar a la carretera y hacer auto-stop los paró un Capitán del Tercio destacado en Madrid, por eso fueron arrestados durante un mes en la Pelota a su regreso.
Córdoba fue diferente, allí con mas experiencia pude pasar un equipo de música, una cámara de vídeo super 8 mm. y un proyector. La pregunta es donde pasé la mercancía, pero creo que es mejor que se quede en una pregunta sin respuesta, el ingenio no tiene límites.
Aquella zona de Cerro Muriano estaba más preparada para recibir a los legionarios y podías ir por el pueblo entrando en todos los bares. En uno de ellos entablé amistad con una chica y su familia, que me permitió guardar los equipos de sonido y vídeo hasta que tuve mi primer permiso y pude pasar a buscarlos. En estas maniobras los desmanes fueron mucho menores.


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